Infidelidad(es)…

infidelidades

(¿Por qué infidelidades? Porque cada historia es única y hay que analizarla en función de todas esas circunstancias que la rodean: edad, expectativas, madurez, hijos, mentiras, engaño, ocultación, duración, venganza, grado de control por sustancias tóxicas, insatisfacción, estilo de vida. No se puede simplificar un hecho tan complejo y que genera tanto sufrimiento emocional a quien la vive (y no solamente a quien la padece, por mucho que nos cueste creerlo). Por ello no hablo de infidelidad, sino de infidelidades.)

Cuando en consulta recibimos a una pareja que acaba de pasar por esta experiencia entendemos que esta situación puede convertirse en una aliada que nos ayude a solucionar, mejorar, completar e incluso madurar a los protagonistas y conseguir que salgan mucho más reforzados y, por supuesto, convertida la pareja en una unidad más sólida, fuerte y enriquecida. Pero no siempre es así. Muchas veces la infidelidad es considerada como lo más imperdonable que se puede vivir, más incluso que otras situaciones personales de mayor gravdedad desde el punto de vista humano que se toleran y pueden mantenerse durante mucho más tiempo, léase, por ejemplo, deudas de juego, tiranía con los hijos, falta de atención y aprecio, alcoholismo o drogas, etc.

Alrededor de la infidelidad sigue existiendo un grueso manto de doble moral. Por ejemplo, sigue siendo mucho peor considerada la mujer infiel (incluso por las propias mujeres) y en cambio los hombres son vistos casi como unos víctimas de su naturaleza biogenética de machos impulsados por la testosterona a la siembra indiscriminada de sus semillas (¡y olé!).

También mitos y creencias muy erróneos que no consiguen otra cosa que aumentar el nivel de sufrimiento cuando alguien vive una infidelidad, como vivir convencido de que quien está enamorado tendría que estar completamente satisfecho con la pareja, tendría suficiente con ella, no sentiría atracción por nadie más, que el deseo sexual es espontáneo como el hambre, etc.

Cada vez más nos encontramos también con una excesiva identificación entre el amor y el enamoramiento que se experimenta en los inicios de una relación. “No estoy seguro/a de si siento por mi pareja lo que se supone que debería de sentir” es una expresión que se está haciendo muy habitual y que se produce principalmente por esa confusión que genera el modelo de amor-pasión. Esto conduce muchas veces a la duda cuando nos encontramos que alguien de fuera sí nos lo hace sentir y nuestra pareja no.

Existe otro aspecto que está resultando muy novedoso y que conocemos por el término de neofilia. Unido a la búsqueda de sensaciones intensas y a la poca tolerancia a la frustración nos encontramos con un perfil de persona que cae fácilmente en la necesidad de experiencias nuevas que a corto plazo dejarán de hacerle sentir satisfecho y lo lanzarán de nuevo a la búsqueda.

La excesiva dedicación al trabajo, los horarios excesivos y sin casi tiempo para dormir, las dificultades en la comunicación, la elevada tendencia a convertir el día a día en una rutina centrada en la televisión, el ingreso de la mujer en el ámbito profesional y un largo etcétera de condiciones que han ido cambiando en la última década hacen pensar que sería necesario un replanteamiento acerca lo que se espera de una relación y cómo vivirla si lo que se pretende es mantener el modelo de pareja monógama estable.

No creo que exista un problema en la infidelidad (es un hecho que acompaña al ser humano a lo largo de la historia desde que se estableció la pareja como modelo de convivencia) sino que la sociedad evoluciona de tal forma que mantiene unos ideales que están entrando en un serio conflicto con el sistema de vida al que nos somete (los estudios sobre índices de infidelidad están ahí).

Lo que siempre sucede es que se necesita dar una explicación racional a una infidelidad y que las reacciones no siempre suceden como en principio se podrían esperar. Suele ser más fuerte la mujer en estas circunstancias y muchos hombres derrumbarse inmediatamente, pasando de alfa dominante a “maduro receptivo”, ya que en el fondo sí tienen miedo de que ellas se puedan enamorar de otro (más allá de que se lo pasen mejor en la cama con él).

En otras ocasiones una infidelidad ha servido como revulsivo para la relación, aunque la pareja no se haya enterado (“no sé qué le habrá pasado pero últimamente está mucho más cariños@, atent@, amable…) y no necesariamente por sentimiento de culpa sino por sentirse realmente más cercan@ a la pareja.

Si alguien ha pasado por la experiencia de haber sido infiel es importante que analice las causas, que profundice en las razones y también en muchos casos que se conceda el beneficio de ser human@. Y a quien la ha padecido, lo mismo.

Y, por último, hablando de la infidelidad femenina, mucho menos comprendida y conocida, os recomiendo ¿Por qué somos infieles las mujeres?. Su autora, Gisela Runte, realiza una valiente reflexión sobre la misma.

© Emilio López Bastos, psicólogo y especialista en sexología

Artículo publicado en: www.sylviadebejar.com, el 7 de Noviembre de 2011.

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