Inocencia mancillada en la red

El «grooming» se ha convertido en un aliado para pederastas. Contactan con los menores a través de internet, intercambian fotos y los chantajean para satisfacer sus fantasías más sórdidas
«grooming»
Entrevista para el artículo de A. Jiménez en La Razón

Bajo el consentimiento de su más que cuestionable moral, el pederasta roba la inocencia del menor que navega por la red ajeno a lo que puede sucederle: ser víctima del «grooming». Ése es el término que define una nueva técnica empleada por los abusadores para contactar con los niños a través de la red (Messenger, Facebook, foros, chat…), con el objetivo de ganarse su confianza y lograr satisfacer sus necesidades sexuales.

En la actualidad, el 80 por ciento de los jóvenes españoles cuelga en el ciberespacio datos personales reales, lo que ha convertido al «grooming» en una forma de acoso en alza, según se desprende de un estudio presentado en el reciente Congreso Nacional de Sexología celebrado en Santiago de Compostela. «Se está produciendo un aumento significativo en la aparición de redes de intercambio de pornografía infantil y acosadores cuyo objetivo es la obtención de fotografías y vídeos de adolescentes, así como intentos de contacto real físico con ellos» señala el psicólogo y vicepresidente de la Sociedad Gallega de Sexología, Emilio López Bastos, autor del estudio.

El trabajo, elaborado junto con miembros del equipo de Delitos Informáticos de la Guardia Civil, se basa en una exhaustiva evaluación realizada tras una charla informativa sobre prevención de abusos sexuales con estas nuevas tecnologías a más de 300 jóvenes de entre 11 y 16 años.

En el estudio se revela que más del 60 por ciento de los menores entre estas edades tiene ordenador en su habitación y, de ellos, el 83 por ciento posee acceso a internet. Además, son ellas las que corren más peligro. «Existe un grupo importante mayor de chicas de entre 11 y 13 años que tienen computadora con acceso a la red que de chicos, lo que implica un factor de riesgo más elevado, matiza López Bastos.

Según explica la psicóloga y terapeuta Sara Escudero Núñez, directora del Centro Sara Escudero, «la pedofilia que afecta a las niñas es más del doble de frecuente que la que afecta a los niños, y la edad de riesgo es menor en ellas, siendo la media de edad más frecuente entre los 8 y 12 años».

Modus Operandi

Generalmente el agresor se aproxima a la víctima de forma progresiva y haciéndose pasar por alguien de su edad. «Primero trata de ganarse su confianza conociendo datos sobre su vida, teléfono, gustos, etc. Se convierte así en una persona cercana para el pequeño. Posteriormente, empiezan a seducirle con el objetivo de que le envié imágenes eróticas o desnudos pornográficos a través de la webcam», añade Escudero.

El último peldaño en esta escala de abuso es el empleo de la extorsión y el chantaje para lograr una cita en persona y convertir en real su fantasía sexual. «Es decir, usan todos los datos que el niño le ha facilitado para que éste ceda por sus miedos a ver al abusador, como “que dirá tu madre si le enseño la foto que me has enviado”», matiza. Incluso trucan las fotos de los menores para que aparezcan en situaciones comprometidas y así los extorsionan. «Cuando el niño está inmerso ya no sabe salir y carga con un gran daño emocional», matiza el sexólogo.

El perfil del abusador suele ser en su mayoría hombres heterosexuales con una vida aparentemente normal, casados en muchas ocasiones. «La edad en la que más se llevan a cabo este tipo de fantasías y actos suele rondar entre los 30 y los 50 años, aunque cada vez aparecen más casos de abusos entre los propios adolescentes», aclara Escudero.

Los llamados pedófilos primarios, que tratan de quedar físicamente con el menor, son los más graves, «ya que suelen acompañarles distorsiones cognitivas en cuanto a su grado de responsabilidad (culpan a la víctima de su comportamiento) y no suelen percibir las consecuencias que tienen sus actos». Hay otro tipo de abusadores más «situacionales», es decir, «sus fantasías se intensifican en momentos de estrés, frustraciones sociales o laborales. Usan el abuso para olvidar sus problemas y sentirse bien a través de la gratificación sexual inmediata, ya sea a través de imágenes o en algunos casos llevándola a cabo», concluye la terapeuta.

Lo mejor para proteger a los hijos es cortar de raíz y quitar la conexión a internet en la habitación. Y también «negociar las horas que se conectan, usar los llamados controles parentales y servidores externos, que hacen seguimientos de las páginas que visitan», aconseja López Bastos.

Publicado en:La Razón, el 16 de Noviembre de 2010.

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