Marionetas del placer

La adicción al sexo, popularizada por famosos como el actor Michael Douglas o el deportista Tiger Woods, es un trastorno cada vez más común en las clínicas gallegas
adicción al sexo
Entrevista para el artículo de María de la Huerta en Faro de Vigo

Tras el orgasmo sufren insatisfacción, tienen un continuo “mono” de sexo y ahogan sus frustraciones en la búsqueda compulsiva del placer. Son los sexoadictos, las víctimas directas de una patología, la hipersexualidad, que acaba de ser reconocida por el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM 5) –la “biblia” de la psiquiatría mundial– y que ya empieza a ser tratada en las clínicas especializadas de Galicia como un trastorno del deseo que anula el goce personal en las relaciones de pareja y que, en las mayoría de los casos, esconde tras de sí un déficit de información sexual y una serie de graves problemas afectivos.

“La tentación te hace perder la voluntad”. Antonio, de 46 años y camionero de profesión, relata en una página de internet para sexoadictos su particular calvario. “En cuanto salía a la carretera, estaba perdido. Las luces de neón de los clubes de alterne no me permitían ver más allá. Me dejaba el sueldo que aún no había ganado en los prostíbulos, y nunca era suficiente. Vivía en un estado de insatisfacción permanente, quería más. Pronto llegaron los problemas de dinero. Y fue entonces también cuando se acabaron las coartadas que, hasta ese momento, había utilizado para mantener engañada a mi mujer. Cuando se enteró de lo que pasaba, estuvo a punto de dejarme. No la culpo. Durante más de tres años, fui una marioneta del sexo”.

Pese a estar menos aceptada socialmente que otras adicciones, como el alcoholismo, las compras compulsivas o la ludopatía, películas como Hapiness o Entre las piernas, en la que Victoria Abril interpreta a una locutora de radio con adicción al sexo, se han encargado de exhibir esa patología, sin tapujos, en la gran pantalla. La fijación por el placer –dominada por el deseo incontrolable, la compulsión obsesiva y sus efectos negativos– no es, sin embargo, una mera invención de guionistas calenturientos. De hecho, la nueva edición del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM 5), la biblia de la psiquiatría mundial, ha incluido por primera vez en sus páginas ese trastorno, al que denomina clínicamente como hipersexualidad, y da las claves para identificarlo.

“La adicción al sexo se caracteriza por un recurrente e incontrolable deseo de mantener una constante actividad sexual que va desde la elaboración de fantasías sexuales, el consumo compulsivo de pornografía o la práctica de la promiscuidad, hasta el cuelgue por el cibersexo, las líneas eróticas o las páginas contactos”, explica la psicóloga Olga Hodgson, del gabinete coruñés Hogdson&Burque, quien además subraya que el sexoadicto, lejos de disfrutar de sus relaciones íntimas, “experimenta la impotencia de tener un comportamiento sexual compulsivo, algo que se escapa de su control voluntario y que trasciende a todos los ámbitos de su vida”.

En la misma línea, el vicepresidente de la Sociedad Gallega de Sexología, Emilio López Bastos, asegura que la hipersexualidad es una patología “asociada al trastorno obsesivo compulsivo” y que, por tanto, quienes la padecen “nunca llegan a vivir sexualmente satisfechos”. “En cuanto sacian sus instintos, vuelven las fantasías y, con ellas, el sentimiento de frustración. Es como la pescadilla que se muerde la cola”, señala.

La hipersexualidad es, según los especialistas, una adicción más común de lo que la mayoría de la gente cree. “Aunque cada vez se dan más casos en mujeres, la mayoría de los sexoadictos continúan siendo hombres, que desarrollan el trastorno en la mediana edad, siempre y cuando hablemos de enganche al sexo explícito”, destaca López Bastos, al tiempo que aclara: “Hay otro perfil bastante común, que es el de los jóvenes que, al no poder recurrir a la prostitución por falta de dinero, se obsesionan con la pornografía y con otras prácticas sexuales, como la masturbación”, indica.

Este último grupo de sexoadictos de menor edad ha encontrado en internet uno de sus “grandes aliados” para el desarrollo de la hipersexualidad, algo así como su “opio del sexo”. Con sólo escribir en cualquier buscador “soy adicto/a al sexo”, aparecen miles de foros en los que encontrarse con otras personas que padecen este trastorno. Hablar sobre la patología, intercambiar experiencias pero, sobre todo, encontrar a alguien para mantener relaciones sexuales son algunas de las muchas opciones que ofrecen estas formas de interacción social que se han ganado un lugar privilegiado en el universo online.

“Gallego adicto al sexo, de 37 años, busca amistad. Máxima discreción”; “Colombiana, 34 años, trabajo de secretaria… Admito que soy una mujer adicta al sexo…”, afirman dos internautas en un foro de Terra.com; “Adicto al sexo busca amistad”, es otro de los post que circulan por el ciberespacio, y en el que un hombre casado admite ser sexoadicto y ofrece su correo electrónico para “jugar juntos” en la sección de encuentros del portal web Habitamos.com.

“Desde hace siete u ocho años, internet ha disparado los casos de sexoadicción, sobre todo, entre los más jóvenes”, reconoce Emilio López Bastos. Coincide con él Olga Hodgson, quien además recuerda que la interactividad y, sobre todo, el anonimato son “las grandes bazas” con las que cuenta la Red. “Los usuarios de internet deberían marcar sus propios límites en el plano sexual, para evitar caer en un círculo vicioso con graves consecuencias”, apunta la psicóloga coruñesa.

Superar la sexoadicción no es fácil. Primero, porque a la mayoría de los pacientes les cuesta reconocer que tienen un problema, y suelen ser las familias– y en la mayoría de los casos, las propias parejas– quienes les empujan a pedir ayuda profesional. Además, el tratamiento suele ser bastante largo –se puede prolongar durante varios años– y las recaídas son frecuentes.

Muchos psicólogos y psicoterapeutas coinciden en que la mejor terapia para superar la adicción al sexo consiste en poner en práctica una abstinencia sexual graduada, es decir, prescindir por completo de las relaciones de pareja durante un determinado periodo de tiempo (variable en función de la gravedad del trastorno) para, pasado ese tiempo, retomar la actividad sexual de forma progresiva. “A un alcohólico le puedes decir que no beba, pero nadie puede prescindir del sexo”, explica Olga Hodgson, quien asegura, no obstante, que “no se trata de imponer el celibato”, sino de “reconducir la conducta sexual del paciente” para que pueda “hacerse con el control” y “tomar las riendas de su vida”.

El vicepresidente de la Sociedad Gallega de Sexología considera, por su parte, que la abstinencia sexual graduada no es necesaria, sobre todo cuando los adictos al sexo tienen pareja estable. “En estos casos, lo más recomendable es reeducar a esos pacientes porque suelen tener un déficit de información sexual. Además, hay que enseñarles a tener relaciones íntimas con afecto y a relacionar la sexualidad con actitudes como la ternura. También conviene explicarles técnicas de relajación”, concluye.

Pulicado en: Faro de Vigo, el 30 de Marzo de 2010.

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